1772-1779
De Zaragoza a Madrid: un cartonista en la Corte de Carlos III
1772-1774. Por la puerta grande
--CerrarEn junio de 1771 los canónigos del Pilar empezaron a recibir ofertas para pintar la bóveda del Coreto, y Francisco, que debió de demorar su vuelta haciendo un pequeño
tour por la costa adriática de Italia hasta Venecia, se apresura entonces a volver para presentar su candidatura con un precio muy ventajoso para los comitentes. Tras mostrar una prueba de pintura al fresco, hubo pocas dudas acerca de quién iba a inmortalizar su nombre en los muros de la basílica, emulando así el éxito de
Antonio González Velázquez a su vuelta de Roma en 1752. A partir de entonces simultaneó esta actividad con otros encargos, como el de la Cartuja de Aula Dei entre 1772 y 1774. Entre tanto había contraído matrimonio con Josefa Bayeu el verano de 1773, en Madrid, siguiendo una tradición secular en los obradores de pintura por la que el discípulo aventajado emparentaba con la familia del maestro. Bien puede decirse que la
Adoración del nombre de Dios en el Coreto del Pilar, tardobarroca e italianizante al modo de
Giaquinto -cuya pista en Roma había seguido Francisco, según revela el Cuaderno-, y maestro a su vez de González Velazquez, había sido la llave del éxito a su vuelta. Tanta era la distancia que mediaba entre el hijo del dorador, que no recibiera en 1766 ni un solo voto de los académicos de San Fernando, entre ellos Francisco Bayeu, y el fresquista de la basílica zaragozana.
1775-1779. Bajo la égida de Bayeu
--CerrarPero su objetivo era triunfar en Madrid. Aunque después de la boda regresó a su patria chica -como atestigua el bautizo de su primer hijo, Antonio, en la parroquia zaragozana de San Miguel de los Navarros en 1774-, para terminar quizá los trabajos de Aula Dei, el 3 de enero de 1775 partió hacia la Villa y Corte, hecho que no dejó de consignar en el
Cuaderno. La cumbre de la profesión, como sucedía en la España del Barroco, seguía siendo servir al rey. El ejemplo de Velázquez, cuyas obras más singulares grabó Goya en 1778 por iniciativa propia, estaba bien vivo. Goya comenzó su carrera como pintor de corte desde el escalón ínfimo, trabajando bajo la supervisión de su cuñado para la
Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara en los cartones que servían de modelos a los tapiceros. Tras realizar una serie para El Escorial, entre 1776 y 1779 se dedicará a los de los aposentos del príncipe de Asturias en el palacio del Pardo, fiado esta vez a su propia inventiva. Los reyes apreciaron la frescura del arte de Goya, que presentaba personajes pintorescos con gran viveza, y cuando le recibieron en su presencia su gozo no tuvo límites, como confesó en una de sus cartas al amigo de infancia
Martín Zapater. A partir de entonces, y gracias también al prestigio que le dio grabar la obra velazqueña incorporando los últimos avances técnicos del aguatinta, Goya pudo tratar a los artistas en boga: Mengs, Felipe de Castro,
Ventura Rodríguez, que se codeaban con la intelectualidad más avanzada de su tiempo, o sea, la de ilustrados como
Jovellanos, Cabarrús, Campomanes,
Ceán Bermúdez y
Ponz.