1780-1794
Lenta escalada hacia el éxito
1780-1785. Mecenas para un pintor
--CerrarEn 1780, sin embargo, se interrumpen los encargos de cartones y el clan de los Bayeu busca nuevos clientes, ofreciéndose aquel mismo año al capítulo del Pilar para finalizar la decoración de las cúpulas y las bóvedas de la basílica. Francisco sigue sin desprenderse del dogal de su cuñado, pero ahora peleará por su independencia creativa y el 5 de mayo solicita su ingreso como académico de San Fernando con un
Cristo crucificado, lo que en adelante le capacitará para recibir directamente encargos de comitentes públicos y religiosos. El fresco de la
Regina Martyrum fue terminado el año siguiente y le valió un agrio enfrentamiento con Bayeu cuando los canónigos zaragozanos rechazaron sus bocetos para las pechinas y manifestaron su disgusto por la pintura de la cúpula, tan disonante de las académicas composiciones del cuñado. Cedió, obligado a complacer a sus clientes, abandonando Zaragoza tremendamente disgustado en junio de 1781. En el plano personal no le van mejor las cosas, con la pérdida de su padre el 17 de diciembre de aquel año y un aborto de su mujer. Afortunadamente en Madrid su reputación estaba intacta y, ya como académico, pudo participar en pie de igualdad con su cuñado en el encargo colectivo de lienzos para San Francisco el Grande, basílica de patrocinio real, aquel mismo verano. En ese momento se relaciona con el
conde de Floridablanca, a quien retratará en 1783. Pese a la confianza que había depositado en su lienzo para San Francisco, la
Predicación de San Bernardino de Siena no despertó precisamente el entusiasmo del poderoso ministro, teniendo que mediar Ponz dos años después para que pagara a Goya y a otros dos pintores. Profesionalmente está estancado. Su relanzamiento vino de la mano del infante don
Luis de Borbón, que vivía en Arenas de San Pedro (Ávila), en cuya corte realizó varias obras entre 1783 y 1784. Del verano de 1784, durante su segunda estancia, es un retrato colectivo de la familia, de tono íntimo y cercano al género inglés de las
conversation pieces. La amistad de Floridablanca con don Luis y el parentesco de Goya con Marcos del Campo, del séquito real, pudieron franquearle la entrada. Ese mismo año, el 2 de diciembre, otro acontecimiento iluminará los difíciles comienzos de la carrera áulica de Goya: el nacimiento de Javier, único hijo que le sobrevivió. A esas alturas había comprendido que su habilidad como retratista podía ser, como lo fue para Velázquez, una clave del éxito profesional. Comienza así a afirmarse en el género, como evidencia el que hizo al arquitecto Ventura Rodríguez, amigo de don Luis. El fallecimiento de éste en 1785 le privó casi inmediatamente de valedor, pero ya se había introducido como pintor de la alta nobleza encontrando nuevos mecenas en los
duques de Osuna, a quienes plasmó en sendos lienzos pintados con exquisita técnica y delicada introspección psicológica. Los clientes ricos comenzaban a apreciarle, y será ahora cuando el Banco de San Carlos, poderoso organismo donde ocupaban cargos de relevancia Jovellanos y Ceán Bermúdez, se dirija por primera vez a él para retratar a sus directores bienales. Prosigue su carrera en la Academia, como teniente director de Pintura desde el 1 de mayo de aquel año, pasando a ocuparse de tareas docentes. Esto y sus acciones en el Banco, según revela a Zapater, le procuraban unos "doce o trece mil reales anuales y con todo estoy tan contento como el más feliz".
1786-1791. Entre los pintores áulicos
--CerrarSu situación económica mejorará más aún el 25 de junio de 1786 al ser nombrado pintor del rey, con un sueldo anual de 15.000 reales, a propuesta de Francisco Bayeu y Mariano Maella, con motivo de la reapertura de la manufactura real de Santa Bárbara. De esta época son sus bocetos para
Las cuatro estaciones, destinados al comedor del príncipe en El Pardo. Paralelamente sigue trabajando para el Banco de San Carlos como retratista, o en obras bucólicas para los duques de Osuna, lo que le reporta jugosas sumas que empleó en comprarse en 1787 una berlina tirada por mulas, todo un lujo y símbolo del estatus recién adquirido. Al año siguiente sigue empeñado con los tapices, preparando cartones para el dormitorio de los infantes en el Pardo, entre ellos
La pradera de San Isidro, que le dio algún quebradero de cabeza por lo complejo de la composición de la romería al santo, y los Osuna le honran encargándole dos lienzos con escenas de la vida de san Francisco de Borja, antepasado de los duques, para su capilla de la catedral valenciana, cuya cuenta presentó el 16 de octubre de 1788. Al año siguiente realizará el famoso retrato de la familia al completo. En vísperas de la Revolución francesa, los negocios de Goya van viento en popa. El 17 de enero de 1789, los príncipes de Asturias suben al trono de España. De los primeros retratos oficiales de
Carlos IV y
María Luisa de Parma se encargará Francisco de Goya, que el 25 de abril obtiene el ansiado nombramiento como pintor de cámara. Esto le acarreará otros honores, como su admisión en la
Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País el 22 de octubre de 1790, o en la Academia de Bellas Artes de Valencia el mismo mes. Pero la reina, que gobernaba a su antojo, no apoyaba al partido protector de Goya, y tras la caída de Jovellanos y de Cabarrús, director del Banco de San Carlos, se quedó de nuevo sin protectores que supiesen apreciar su arte. De ese modo se encontró en una posición comprometida cuando el director de la fábrica de Santa Bárbara le denunció ante el rey por no querer seguir pintando cartones para tapices, pues la tarea de decorar los
Reales Sitios mal podía cuadrar a un pintor de cámara con ambiciones. Pero Bayeu le hizo entrar en razón y en junio de 1791 ya estaba trabajando en
La boda para el despacho del rey en El Escorial. Esta nueva serie, que no llegó a terminar, le tuvo ocupado prácticamente un año.
1792-1794. Los monstruos de la razón
--CerrarDurante el segundo semestre de 1792 la actividad artística de Goya se detuvo por completo. Parece que estuvo más preocupado tratando de conseguir una ejecutoria de nobleza y reflexionando sobre los
Estudios del Arte, redactados el 14 de octubre para la Academia, que ahora dirigía el arquitecto
Juan de Villanueva asistido por el viceprotector
Bernardo de Iriarte. La inestable coyuntura política y los cambios ministeriales acaecidos en apenas meses, con la destitución de Floridablanca y de
Aranda consecutivamente y el ascenso del favorito de la reina,
Manuel Godoy, no favorecían el cultivo de las artes. El invierno de aquel año Goya cayó gravemente enfermo y convaleció en Cádiz, en casa del rico negociante Sebastián Martínez, quien le había encargado su retrato. Tras su restablecimiento volvió a Madrid con la primavera, aunque la sordera que le había quedado como secuela cambiará su vida, obligándole, por ejemplo, a renunciar a la enseñanza académica. Seguirá pintando, ya no cartones para tapices sino cuadros de gabinete, enviados a la Academia el 4 de enero de 1794, donde, siguiendo su capricho, representa entre "asuntos de diversiones nacionales", como anotaron los académicos, algunas escenas trágicas (
Incendio, Naufragio, Bandidos asaltando un coche...). También reanudará su actividad como retratista, en nada mermada su maestría, como testimonian
La duquesa de Alba, con quien mantuvo vínculos afectivos según dejan entrever las inscripciones de su
Retrato con mantilla de 1797, o
La marquesa de la Solana, de 1795.