1808-1814
Una carrera truncada por la guerra
1808-1810. Un patriota al servicio del rey intruso
--CerrarEn vísperas de la guerra con
Napoleón, emperador de los franceses desde 1804, Goya estaba en el cénit de su carrera. Aún tuvo tiempo de retratar a
Fernando VII tras abdicar en él su padre el 19 de marzo de 1808. Pero la monarquía española, arruinada económicamente y con un gobierno debilitado por las ambiciones de Godoy, a quien Napoleón había manipulado con falsas promesas, fue incapaz siquiera de oponerse a los franceses, siendo el pueblo quien se alzaría en armas. En octubre de 1808, tras el
primer sitio de Zaragoza, Goya, que había hecho un donativo aquel mismo mes para apoyar al ejército de Aragón, viajó por invitación de Palafox para "examinar las ruinas de aquella ciudad, con el fin de pintar las glorias de aquellos naturales". En ese momento pudo empezar a concebir
Los desastres de la guerra, tres de cuyas planchas están fechadas en 1810. Su ausencia de Madrid, transcurrida ya en Zaragoza, ya en Piedrahíta (Ávila), destino de los patriotas que pretendían exiliarse, acabó en la primavera de 1809 ante la amenaza de confiscación de sus bienes por decreto del 4 de mayo, que obligaba a todos los empleados públicos desplazados desde el 1 de noviembre del año anterior a reintegrarse a sus domicilios. Practicó una resistencia pasiva a partir de entonces, renunciando a su puesto de pintor de cámara al no solicitar la dispensa para los empleados mayores de 60 años, que se habían visto retirados del servicio, aunque al parecer no pudo negarse a retratar al rey
José Bonaparte en la
Alegoría de la villa de Madrid por encargo del consistorio madrileño, el 27 de febrero de 1810, así como a alguno de sus ministros. Su participación en las comisiones encargadas de requisar cuadros de maestros españoles para el museo Napoleón de París, cuya lista lleva fecha de 25 de octubre de 1810, así como para el futuro museo nacional proyectado por José I en el palacio de Buenavista, le valieron el 11 de marzo de 1811 la Orden Real de España, creada por el rey intruso y llamada popularmente de la "berenjena". El juramento que debió hacer a cambio le hizo pasar luego por una comisión de depuración que, sin embargo, le rehabilitará el 14 de abril de 1815 por quedar probado que nunca lució la condecoración en público. En su fuero interno Goya debió de sentirse más patriota que afrancesado, actuando no obstante siempre con suma prudencia. Prueba de ello es que mantuvo contactos con los refugiados liberales de Cádiz, provincia no ocupada, poniendo allí en venta ejemplares de los
Caprichos, que no de los
Desastres, más comprometedores para el artista si hubieran llegado a ser interceptados por los franceses.
1811-1814. Los desastres de la guerra
--CerrarEl 20 de junio de 1812 falleció Josefa Bayeu, habiendo hecho testamento con su marido el 3 de junio del año anterior. Tras la derrota infligida por Wellington a los franceses en Arapiles el 22 de julio de 1812, las aguas volvían a su cauce, y Goya se apresuró a retratar al vencedor. Poco duraría la alegría del pintor, pues tras la vuelta de José I a finales de aquel año hubo de consentir en repintar su rostro en la
Alegoría de la villa de Madrid, que había sido borrado para inscribir la palabra "Constitución". En 1814 recuperó el trono español Fernando VII, adelantándose Goya en proponer al Consejo de Regencia la glorificación del heroico pueblo español por medio de sus pinceles. Así hizo los famosos cuadros del
2 / 3 de mayo, quizá para sacudirse toda sospecha de colaboracionismo y para hacer afluir dinero fresco a su patrimonio, mermado por la guerra. Rehabilitado en su cargo de pintor de cámara, cuyo sueldo volvió a cobrar desde el 12 de octubre, el antiguo protegido de la reina María Luisa y de Godoy no contó sin embargo con las simpatías de Fernando VII. De ese modo, a la hora de proporcionar retratos de "el Deseado" a distintos organismos oficiales, tomó como referencia los de
Vicente López a falta del real modelo. El realizado para el
Canal Imperial de Aragón, por ejemplo, es de una factura admirable -no inferior a la del ministro Duque de San Carlos, o a la del
Retrato ecuestre del general Palafox, que había terminado justo antes de navidades-, y prueba que Goya volvía a trabajar con sus clientes habituales de antes de la guerra. Sin embargo, nada podía volver a ser igual. El trabajo ha disminuido y su relación con su hijo y su nuera parece que no era todo lo buena que debiera, a pesar de que la repartición de la herencia de Josefa, en 1814, fue muy ventajosa para
Javier Goya. Su padre le había cedido prácticamente todos los bienes inmuebles, incluida su colección de pintura, y se había reservado la mayor parte del dinero líquido y las joyas, previendo quizá las consecuencias del proceso de depuración política.