San Francisco de Borja asistiendo a un moribundo
Clasificación
Historial
Entre 1787 y 1788 la condesa-duquesa de Benavente y Gandía (y también duquesa de Osuna) promovió la renovación de la capilla de su patronazgo en la Catedral de Valencia, dedicada a San Francisco de Borja, su ilustre antepasado, quien había sido en vida duque de Gandía y marqués de Lombay. Intervino en primer lugar el pintor valenciano Mariano Salvador Maella, autor del lienzo principal de altar bajo el tema de La conversión de San Francisco de Borja. Posteriormente se encargaron a Goya los dos cuadros laterales. El 16 de octubre de 1788 estarían ya terminados porque en esa fecha Goya presentó a la duquesa la factura por su trabajo, que ascendía a 30.000 reales.
Análisis artístico
La escena narra uno de los temas predilectos de la iconografía jesuítica. Se desarrolla en una habitación oscura, tan solo iluminada por el vano circular medio cubierto por una cortina. A la derecha, a una distancia prudencial del enfermo, encontramos a San Francisco de Borja, vestido con un sencillo hábito negro y sujetando un crucifijo como si fuera un arma, arrojando la sangre de Cristo para atacar el demonio que posee al moribundo blasfemo. En su rostro nimbado se lee el miedo, y su cuerpo se inclina de la misma manera que lo hacía San Bernardino de Siena en su lienzo de la predicación de la iglesia de San Francisco el Grande de Madrid.
La imagen está totalmente integrada en la tradición española más oscurantista, una obra de Goya que ha alcanzado una gran popularidad puesto que es la primera en la que aparecen monstruos fantásticos, tan propios del imaginario goyesco. El artista ha sustituido los querubines que solían acompañar a sus religiosos por monstruos bestiales, dejando volar su imaginación y preludiando lo que serán sus obras de años posteriores.
El cuerpo del moribundo también adelanta los trazos con los que realizará las figuras de las Pinturas Negras. Su pecho se hincha, albergando al demonio que lucha contra el santo por el alma del desgraciado. Su rostro parece ya el de un muerto, también el color de su piel.
Sánchez Cantón relaciona esta pintura con la obra de Miguel Ángel Houasse Aparición de San Francisco Regis (depósito del Museo del Prado en el Instituto San Isidro de Madrid).
Camón se sorprende de lo distintos que pueden resultar algunos trabajos llevados a cabo casi en la misma fecha por Goya, y compara el que nos ocupa con las pinturas del convento de las bernardas en Valladolid, tan dulcificados aquellos y tan violento y expresivo éste.
Sin duda el precursor del expresionismo se deja ver ya en esta obra, sin tener que ocultarse bajo composiciones correctas, aunque no por ello de menor calidad, que le demandaban algunos mecenas.
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