Fundación Goya en Aragón

El conde de Lerena, natural de Valdemoro (Madrid), mayordomo y secretario de Estado bajo el reinado de Carlos III y ministro de Hacienda de Carlos IV, tomó a su cargo en 1790 el patronato de la iglesia parroquial de su localidad y mandó realizar en ella un nuevo retablo integrado por tres lienzos. El central, encomendado a Francisco Bayeu, fue dedicado a la Asunción de la Virgen; el lateral izquierdo, con el Martirio de San Pedro de Verona, a Ramón Bayeu; y el lateral derecho, dedicado a San Julián, fue realizado por Goya.
La escena central está firmada y fechada en 1790, por lo que se deduce que alrededor de esa fecha se pintaron los lienzos colaterales.

No existe referencia documental específica sobre la autoría de Goya pero hoy todos los especialistas coinciden en atribuirla a este pintor tras las publicaciones de Sánchez Cantón y Xavier de Salas, quienes apartaron las dudas sobre las anteriores atribuciones a los Bayeu y lo vincularon definitivamente a Goya, sobre todo al ponerla en relación con un dibujo del mismo tema y autor.
El asunto está basado en el Flos Sanctorum del padre jesuita Pedro Ribadeneyra, que narra la vida de los santos según el calendario litúrgico y fue publicado por primera vez en 1599. Muestra a la Virgen coronada con flores, vistiendo túnica rosada y manto azul, apareciéndose a San Julián, obispo de Cuenca, quien arrodillado entrega la palma del martirio y contempla la venida de María. A su lado hay una cesta a medio hacer, el báculo y la mitra, símbolos del santo obispo. Va elegantemente vestido, con una capa pluvial ricamente decorada en dorado. Destaca el blanco de la túnica, que contrasta con el fondo oscuro. De nuevo estamos ante una escena de devoción ubicada en una estancia en penumbra e iluminada gracias al resplandor que parece surgir de los propios personajes, sobre todo del halo que rodea la cabeza de la Virgen.
Llama la atención la versatilidad técnica de Goya y el contraste que se produce en distintos fragmentos de la pintura: el tratamiento impresionista de la corona de flores de la Virgen o la capa pluvial del santo contrastan con el detallismo y realismo de la cesta de mimbre o el rostro de San Julián.