Clasificación
Historial
Goya recibió el encargo del arzobispo de Toledo para realizar un cuadro hacia 1788, como sabemos gracias a la carta que le escribe a su amigo Martín Zapater el 2 de julio de 1788. En ella le contaba que no había tenido tiempo ni para realizar el boceto de la obra, que no llega a especificar. Parece ser que el encargo se correspondía con El prendimiento (no hay datos de ninguna otra pieza realizada por Goya para ese templo) y que se retrasó varios años, hecho que se confirmó cuando Sánchez Cantón publicó en 1923 el acta de la sesión celebrada en la Academia de San Fernando el 6 de enero de 1799, en la que consta que Goya presentó la obra encargada. Dos días después se colocaba en la sacristía de la catedral de Toledo, donde aún hoy se conserva.
Análisis artístico
Goya sabía que su obra iba a estar iluminada por las velas apoyadas en el altar bajo el cuadro y por las que acompañaban el altar con El expolio de El Greco, que preside la sacristía de la catedral de Toledo. Consciente de que la parte superior del lienzo quedaría oculta en la penumbra de la sacristía, tan solo iluminada por un pequeño vano y las velas, centró la composición en la parte inferior. La escena se construye a partir del amontonamiento de los cuerpos y sobre todo, de las cabezas que rodean a Cristo. Él, situado en el centro, recibe la iluminación directa del farol que sujeta alguien detrás de Judas, dejando al traidor a contraluz. La túnica talar rosácea del Mesías atrae la atención y contrasta con los atuendos de los soldados.
El agrupamiento recuerda a El expolio, casi como si Goya hubiese querido rivalizar con él. El juego de luces nos hace pensar en Rembrandt. Pero por encima de todo encontramos elementos que Goya volverá a utilizar en años posteriores, como el farol que inevitablemente, por su luz presagiando la muerte, recuerda al de los fusilamientos del tres de mayo, o los rostros de muecas deformes y desagradables que rodean el rostro doliente de Cristo, como si de una corona de espinas se tratara, y que son un claro antecedente de las Pinturas Negras. El contraste entre personajes malignos y benignos es síntoma del romanticismo de Goya, al que volverá a recurrir.
El prendimiento es una obra dramática y muy goyesca, con esos toques abocetados que mantienen la tensión del asunto. Puede considerarse, sin duda, una de las más representativas de la producción religiosa del artista, incluso de toda su obra.
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