Aparición de San Isidoro a Fernando III el Santo (boceto)
Clasificación
Historial
A instancias de Ramón Pignatelli fue construida en Zaragoza la iglesia de San Fernando de Torrero para la asistencia espiritual de los trabajadores del Canal Imperial de Aragón. En 1800 el templo estaba terminado y adornados sus altares con tres pinturas que fueron encargadas a Goya bajo los temas de la Aparición de San Isidoro a San Fernando, Santa Isabel curando a una enferma y San Hermenegildo en la prisión.
No obstante, su consagración llegó dos años tarde por problemas administrativos.
Los tres cuadros se perdieron en 1808 con la llegada de las tropas francesas, como consta en un informe redactado por Tiburcio del Caso en 1813 y en un inventario de 1814.
Lo único que nos queda de ellos son los bocetos que Goya regaló a su querido Martín Zapater y la descripción que hizo Jovellanos cuando los visitó antes de la consagración del templo, tal y como consta en su diario con fecha del 7 de abril de 1801. Jovellanos, que se dirigía a su exilio en Mallorca, decía de los cuadros de altar que eran bellísimos y "admirables no tanto por su contenido cuanto por la fuerza del claro-oscuro, la belleza inimitable del colorido y una cierta magia de luces y tintas adonde parece que no puede llegar otro pincel".
El presente boceto perteneció a Martín Zapater de quien lo heredó su sobrino-nieto Francisco Zapater y Gómez. Lo adquirió después Pablo Bosch para su colección de Madrid y luego lo vendió a Antonio Cánovas, en Madrid. El 17 de noviembre de 1910 era subastado por Porlitz en el Hotel Drouot de París, siendo adjudicado a Georges Bernheim por la cantidad de 2.150 francos, quien a su vez lo vendió a Pedro Artal. Finalmente lo heredó José Artal, hijo de Pedro Artal y residente en Buenos Aires, quien lo vendió el 3 de noviembre de 1911 a la Comisión Nacional de Bellas Artes de la ciudad por 20.000 pesos argentinos, ingresando así en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires.
Análisis artístico
El cuadro correspondiente a este boceto era el del altar mayor y dedicado a San Fernando, titular del templo, aunque Jovellanos lo identificó como el rey Jaime I el Conquistador a la vista de Valencia. Goya debió basarse como fuente para este cuadro en la crónica de Alfonso Núñez de Castro, cronista de Carlos II. El cuadro, al igual que el boceto, se remata en medio punto.
En la escena vemos al santo obispo de Sevilla, San Isidoro, que se aparece al rey Fernando III el Santo para infundirle fuerzas para la toma de la ciudad. Se divisa incluso la torre de la Giralda tras el rey, quien recibe el cetro y la corona.
Según Camón, es el más confuso de los tres bocetos por las diferentes interpretaciones del tema y por el sincretismo de las formas. Es de técnica apresurada, con una pincelada vigorosa y libre, pero a pesar de eso se adivina la monumentalidad y el despliegue de colores de lo que sería la obra definitiva.
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