Fundación Goya en Aragón

X 20 (reverso, ángulo inferior izquierdo)

A la muerte en 1812 de Josefa Bayeu, mujer de Goya, su herencia se repartió entre éste y el hijo de ambos, marcándose los cuadros que correspondieron al hijo con la "X" de Xavier seguido del número de inventario, que se realizó entre los años 1812 y 1814. El cuadro debió de ser vendido por Javier a la muerte de su padre y perteneció después a la colección Pereire. Más tarde, el 30 de enero de 1868, se vendió por 150 francos en el Hotel Drouot de París, siendo adquirido por el marchante Etienne Arago. A partir de entonces se le perdió la pista, no figurando en ninguna de las ventas que hizo Arago. Posiblemente se vendió por transacción privada.
Reapareció en el mercado inglés, estando en poder del anticuario Jean-Luc Baroni. Ingresó en el Museo del Prado a través de adquisición en 2003.

Por sus medidas parece tratarse de un cuadro que hiciera Goya para la devoción privada de un particular, o para un pequeño oratorio, aunque luego estuviera en su poder.
San Juan aparece sentado sobre una roca, apoyado en su alargada cruz de cañas de la que cuelga el banderín con la normativa inscripción anunciadora de Cristo ECCE AGNUS [DEI] ("Éste es el Cordero de Dios"). Manuela Mena apunta que las referencias más cercanas a la composición empleada por Goya se encuentran en la pintura de Guido Reni.
Gracias a su buen estado de conservación se aprecia de forma óptima la técnica empleada por Goya. Ha añadido toques verdosos para las carnaciones, igual que hizo en las pinturas para la Santa Cueva de Cádiz, donde la penumbra hacía que esos tonos se confundiesen con la luz de ambiente. Quizás por este dato podemos suponer que el destino del San Juan era una estancia con luz tenue, oratorio o capilla.
La técnica pictórica responde a un momento avanzado de la producción de Goya. Se supone realizada aproximadamente entre los años 1808 y 1812 o un poco antes, por comparación con otras piezas del artista documentadas durante el periodo de la Guerra de la Independencia. En cualquier caso, siempre anterior al inventario realizado a la muerte de Josefa Bayeu.
La aparición relativamente reciente de esta obra aporta una nueva visión sobre Goya y añade una nueva pieza al catálogo de cuadros de devoción particular, antes poco considerado por creerse que no constituía una parte importante del trabajo del artista.