Alegoría de la villa de Madrid
Clasificación
Historial
En 1809 el consejo de la Villa de Madrid propuso adquirir un retrato del nuevo monarca francés José I. Tadeo Bravo de Rivero, responsable del proyecto, quien encargó a Goya la obra en febrero de 1810. Según informó Bravo de Rivero a las autoridades, el artista no podía reducir su salario a menos de 15.000 reales, por lo que se deduce que esa fue la cantidad que recibió Goya por este trabajo.
La obra ha permanecido siempre en poder de la administración municipal de Madrid.
Análisis artístico
Para la creación de este retrato real, Goya tan solo disponía de una estampa realizada en Roma con la cara del rey. La ausencia de modelo le llevó a concebir inteligentemente una composición protagonizada por la alegoría de la ciudad. Una mujer de armoniosas proporciones, tocada por una corona y vistiendo túnica blanca con manto rosáceo, se apoya sobre el escudo de la villa de Madrid y señala un majestuoso óvalo donde el artista pintó la faz de José I. Sujetando el retrato del monarca encontramos dos genios, y sobrevolando el conjunto hay dos figuras aladas que representan la Fama y la Victoria con sus respectivos atributos: la trompeta y la corona de laurel. Para completar el programa alegórico el artista incluyó la figura de un perro, símbolo de la fidelidad, que discretamente se esconde tras la mujer que representa Madrid.
Las vicisitudes históricas hicieron que el óvalo de la pintura fuese modificado en varias ocasiones para adaptarse a la coyuntura política de cada momento. Así, tras la victoria de Wellington en la batalla de Arapiles, José I abandonó la ciudad y Goya se apresuró a repintar sobre el rostro del francés el lema de la "Constitución". Al regresar en noviembre el hermano de Napoleón, el discípulo de Goya, Felipe Abas, eliminó el repinte de su maestro para recuperar la efigie de José Bonaparte, tal y como demuestra la carta que mandó Goya al secretario de la villa de Madrid informándole del asunto. La victoria definitiva sobre los franceses, en 1813, provocó otra modificación en el óvalo, donde Dionisio Gómez, también discípulo de Goya, reescribió el lema "Constitución". La historia continúa cuando Fernando VII regresa a España y ordena la abolición de las Cortes de Cádiz, por lo que Goya tuvo que sustituir el lema por el retrato del Deseado. El resultado no daba la talla (probablemente porque lo encargó a uno de sus colaboradores) por lo que se aprovechó la ausencia de Goya en 1826 (ya estaba residiendo en Burdeos) para que Vicente López rehiciera el retrato real. Pasados diez años de la muerte de Fernando VII, la Villa de Madrid pidió que se cubriera la efigie por la inscripción "Libro de la Constitución", hasta que en 1872 se sustituyó definitivamente por el lema "Dos de mayo", el que hoy vemos todavía. Curiosamente, el último letrero recuerda el día en que los españoles se alzaron contra los franceses invasores, venidos de la mano de Bonaparte, primer ocupante del manoseado óvalo.
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