Manuela Girón y Pimentel, duquesa de Abrantes
Clasificación
D.ña Manuela Giron y Pimentel / Duq.sa de Abrantes. // P.r Goya. 1816 (en la partitura musical que sujeta la retratada).
Historial
Este retrato fue encargado por la madre de la modelo como regalo para su hija. Goya recibió 4.000 reales por este trabajo.
Estuvo en la colección de los duques de Abrantes, pasó a la del conde de la Quinta de la Enjarada, después a la del conde del Valle de Orizaba y más tarde a sus descendientes. Fue adquirido en 1996 con fondos del Legado Villaescusa, con destino el Museo del Prado.
Análisis artístico
Manuela Isidra Téllez Girón y Alonso Pimentel (Madrid, 1794 - 1838) era hija de los duques de Osuna, con quien Goya mantenía buenas relaciones y a quienes había retratado en familia en 1788, Los duques de Osuna y sus hijos y a algunos de sus miembros por separado, como La marquesa de Santa Cruz o el Décimo duque de Osuna, ambos hermanos de la retratada. Se casó en 1813 con Ángel María de Carvajal, VIII duque de Abrantes.
La duquesa de Abrantes aparece de medio cuerpo sobre un sencillo fondo oscuro, vistiendo a la moda francesa que se había implantado tras el regreso de Fernando VII a España. El vestido es de color azul y se cubre con un chal amarillo. Lleva un conjunto de collar, pulsera y pendientes de cuentas de cristal, y se toca con una corona floral que ciñe el cabello rizado, dejando los hombros al descubierto. En el rostro sonrosado destacan los labios color carmín y la tímida mirada que se dirige al espectador. Con su mano derecha sujeta una partitura musical, donde Goya ha aprovechado para introducir su firma, haciendo alusión a la afición por el canto que tenía la retratada. Por otra parte, era bastante habitual entonces retratar a las mujeres con atributos musicales.
El aspecto del retrato es neoclásico, ordenado y sereno. Es en los detalles del mismo donde destaca la maestría de Goya, deteniéndose en la factura de las joyas, de las flores del tocado e incluso de los signos de la partitura. La ejecución es más libre en el traje y en el encaje que rodea su escote. Destaca el cromatismo recuperado para la ocasión, con el dorado del chal, el azul del traje y los blancos y verdes de las flores. Éste es uno de los últimos retratos aristocráticos que realizó Goya antes de dedicarse a retratar a sus amigos y allegados burgueses, en una serie de pinturas de tonalidades más oscuras y composiciones sencillas.
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