Joaquina Téllez-Girón y Alfonso Pimentel, marquesa de Santa Cruz
Clasificación
D.a Joaquina Giron Marquesa de Santa Cruz / Por Goya 1805 (en el ángulo inferior izquierdo).
Historial
Perteneció a los herederos de la marquesa de Santa Cruz. Pasó después al conde de Pie de Concha, hijo de los marqueses de Santa Cruz. Desde 1941 fue propiedad de un coleccionista bilbaíno, Félix Fernández Valdés. Fue adquirido por el Estado español con ayuda de diversas entidades con destino al Museo del Prado en 1986.
Análisis artístico
Doña Joaquina Téllez-Girón y Pimentel (Madrid, 1784 - 1851) era hija de los duques de Osuna y estaba casada con don José Gabriel de Silva y Waldstein, X marqués de Santa Cruz y primer director del Museo del Prado.
Goya ya había retratado a esta dama en el año 1788 con sus padres y hermanos cuando tan solo era una niña. En este retrato, considerado como uno de los más sensuales realizados por el maestro, doña Joaquina contaba con veintiún años de edad. Aparece representada como si fuera una musa de la poesía lírica en referencia a sus aficiones artísticas, que cultivó desde niña. Es conocida la esmerada educación que recibió de sus padres, quienes abrieron las puertas de su casa a los más destacados músicos, literatos y artistas de la época. Goya la presenta recostada sobre un diván forrado de terciopelo rojo, vestida con un traje de tirantes blanco y talle alto, de estilo imperio, luciendo un generoso escote y chapines rosas. El cabello recogido lo decora con una original corona de hojas y frutos aludiendo al carácter alegórico de la representación. Con la mano derecha sujeta un pañuelo blanco mientras que apoya la izquierda en una lira, instrumento de moda en la Europa de finales del siglo XVIII, aludiendo en este caso a la afición de la dama por la música. Se distingue en la lira el aspa de cuatro cabezas, símbolo de los Santa Cruz.
El rostro de la dama, considerada por sus contemporáneos como una de las mujeres más bellas de la época, mira de manera sensual al espectador transmitiéndonos serenidad, ternura, elegancia e inteligencia.
Pictóricamente resulta un retrato muy velazqueño, según algunos autores, donde el blanco del vestido contrasta con el color rojo del diván sobre el que descansa. Llaman la atención los pliegues de la tela del sofá realizados con gran maestría y dotados de un importante sentido realista.
Se cree que Goya se pudo inspirar en otros retratos para la realización de éste. Así Beruete señaló que la armonía de tintas le recordaba a la Venus del espejo de Velázquez y Sánchez Cantón la comparó con las Majas del propio Goya y la Venus dormida de Tiziano.
Existe otra versión de este cuadro (Los Angeles County Museum) no aceptada como obra de Goya.
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