Fundación Goya en Aragón

Pepito Costa y Bonells. Por Goya 18 [...] (abajo a la izquierda).

Fue propiedad de José Costa y Bonells. Más tarde fue legado a su sobrina Matilda Quesada y Bayo de Fernández de Córdoba, condesa de Gondomar. Después pasó por diferentes galerías, colecciones y propietarios: Galería Trotti de París; Knoedler de Nueva York y Londres; señores John W. Simpson de Nueva York; Knoedler de Nueva York; Andrew W. Mellon de Pittsburgh; señores Morton F. Plant de Nueva York; señora Morton F. Plant, después señora William Hayward de Nueva York; señores Harrison Williams de Nueva York; señora Harrison William de París, después Mona, condesa de Bismarck. Fue regalada al Metropolitan Museum of Art en 1961.

El padre de Pepito Costa (1802 - 1871), era Rafael Costa de Quintana, médico de Fernando VII. Su esposa, Amalia Bonells, madre de Pepito, también fue retratada por Goya. El abuelo Jaime Bonells era médico de la duquesa de Alba.
Pocos son los datos biográficos que se conocen de Pepito Costa a excepción de que entró a formar parte de la Milicia Local Voluntaria de Infantería de Madrid.
Aquí Goya lo pintó de niño cuando contaba unos cinco años de edad.
El niño se encuentra de pie sobre fondo neutro en el que todavía se aprecia la imprimación rojiza tan típica que el pintor daba a sus lienzos. Va vestido con un mono blanco encima del cual coloca una chaqueta verde con ribetes y decoración dorada a imitación de los uniformes de soldados de la época. Calza zapatos amarillos con lazadas. Con la mano izquierda sujeta un cordel que termina en un caballo de juguete mientras con la derecha sostiene un gran sombrero militar con plumas rojas y azules. Detrás, un tambor y otros juguetes completan el conjunto.
El rostro del niño mira hacia el espectador con una expresión seria y un poco asustadiza, quizá como premonición de lo que iba a acontecer en un breve espacio de tiempo pues este lienzo fue pintado en vísperas de la invasión napoleónica.
La luz se centra en la figura del niño dejando casi en penumbra el fondo y aunque fue pintado con largas pinceladas los detalles están visiblemente realizados aunque algo desdibujados.
Según Juan J. Luna, a excepción del caballo de juguete, el resto de los motivos que forman parte de la composición poseen un tamaño real que tiende a minimizar el papel del niño, reduciendo en cierto modo su importancia como protagonista.