El lazarillo de Tormes
Clasificación
X 25 (ángulo inferior derecho).
Historial
Durante la Guerra de la Independencia Goya realizó algunas obras a título personal. Entre ellas se encuentra este lienzo, además de Majas en el balcón, Maja y celestina y probablemente El Tiempo o Las viejas.
La obra le correspondió a Javier Goya en herencia al morir su madre, según indican el inventario de 1812 (El lazarillo de Tormes con el n.º veinte y cinco en 100 [reales]) y la inscripción con la "X" de Xavier, seguida del número, que aparece en el lienzo. El barón Taylor se la compró en 1836 para el rey de Francia, Louise Philippe I de Orleáns. Estuvo en la Galerie Espagnole y salió de Francia cuando el rey fue destronado. Se vendió en Christie's de Londres en 1853, por 11,10 libras (lote nº 171). Lo compró después el duque de Montpensier, hijo de Louise Philippe I y casado con la infanta Luisa Fernanda, hermana de Isabel II, que lo legó al abogado de la familia, Caumartin, y en su poder está registrado en 1867. En 1902 estaba en la colección Maugeau. Se vendió en Burdeos en 1923, siendo adquirido por el marqués de Amurrio, quien lo legó al doctor Gregorio Marañón. Pasó por descendencia a sus propietarios actuales.
Análisis artístico
Tradicionalmente se había identificado esta obra como la Curación del garrotillo, nombre con el que se conocía la difteria, y que se creía podía curarse cauterizando la garganta. Pero la mención a la novela picaresca de anónimo autor del siglo XVI en el inventario de bienes de Goya corrigió la interpretación de la escena.
En un interior oscuro, alumbrado por las llamas de un fuego, encontramos a un hombre de aspecto descuidado y a un muchacho vestido con harapos y medio desnudo. El hombre, con los ojos cerrados, ha atrapado al muchacho entre sus piernas y mientras le sujeta fuertemente la cabeza con la mano introduce sus dedos en la garganta. El chico refleja en el gesto de ojos entornados la incomodidad de la situación y el dolor que siente. La imagen se corresponde con el episodio de la novela en que el pícaro lazarillo ha sustituido la longaniza que el ciego le ha dado para cocinarla por un nabo, y está siendo olfateado por su cruel amo para comprobar si se la ha comido él.
Los personajes están representados con realismo, detallando sus atuendos pobres. Pero el tema también es propicio para incluir ciertas dosis de comicidad e ironía, y así, los rasgos de los protagonistas están algo caricaturizados. El escenario en el que se encuentran no precisa ambientación alguna para que la acción resulte inteligible, por eso Goya tan solo ha incluido el fuego y alguna línea que sugieren profundidad.
Exposiciones
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