Fundación Goya en Aragón

Esta pieza forma parte de la serie de cartones que Goya realizó para decorar la sala de conversación del rey en el palacio de El Pardo. Fueron acometidos entre mayo de 1786, poco después del nombramiento de Goya como pintor real, y el final de 1787. Debido a la muerte de Carlos III en 1788, este grupo no llegó a ocupar su destino original sino que se dispersó en varias estancias del palacio de San Lorenzo del Escorial. Goya retoma con esta serie el trabajo de los cartones para tapices tras seis años transcurridos desde su última entrega, antes de la suspensión y la reapertura de la manufactura.
Dado que el artista cobraba por su nueva condición de pintor de cámara una pensión anual, no disponemos de las facturas detalladas con la descripción de los cartones que presentara para las anteriores series, pero sí se conservan las cuentas de gastos para materiales pictóricos. A mediados de noviembre de 1786 se incluyen en la cuenta del carpintero que realizaba los bastidores para los cartones de Goya seis piezas: las de las cuatro estaciones y las de El albañil herido y Los pobres de la fuente.
Este cartón fue inventariado por Vicente López en 1834 con motivo de la testamentaría de Fernando VII. Hacia 1856 ó 1857 se trasladó de la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara al Palacio de Oriente de Madrid, y en los sótanos del oficio de tapicería permaneció hasta que por órdenes del 18 de enero y 9 de febrero de 1870 ingresó en el Museo del Prado ese mismo año.

El tapiz de Las floreras estaría colgado en el lado sur de la estancia y hacía pendant, flanqueando una puerta, con La vendimia (o El otoño).
Vemos dos mujeres llevando flores, una de ellas está sentada en el suelo y de espaldas, la otra lleva a una niña de la mano, además hay un hombre que sujeta una liebre y se lleva el dedo a la boca pidiendo silencio para que no se arruine la broma que planea hacer a la mujer que está en pie. Las figuras forman una clara composición piramidal. Los rostros están muy trabajados, y en ellos Goya se preocupó de reflejar el estado anímico de los personajes, de ahí la gran sonrisa del hombre o la mirada ensimismada de la florera.
Por su delicadeza, por el tema pastoril que representa, por la diversidad de colores y elementos de la naturaleza, Las floreras es la obra más tradicional y rococó de las que integran el palacio de El Pardo.
Este cartón también se ha titulado La primavera y forma parte de los cartones que representan las cuatro estaciones. Justo en el centro de la composición, donde se cruzan las dos diagonales, encontramos la flor como símbolo de la primavera. Nordström dice además que el conejo es símbolo de la fertilidad y por lo tanto de la primavera.
Tomlinson continúa con el significado primaveral al relacionar la flor con Venus y la niña con la juventud y el renacer de la primavera.