La visita del fraile
Clasificación
Historial
La serie completa de once cuadros fue adquirida a Goya por el coleccionista mallorquín don Juan de Salas, padre de Dionisia Salas y Boxadors, que estaba casada con Pedro Caro y Sureda (Palma de Mallorca, 1761- Cartaxo, Portugal, 1811), III marqués de La Romana.
Por herencia familiar pasó a los actuales propietarios.
Análisis artístico
Entre 1808 y 1812 Goya pintó una serie de once cuadros de los que, a partir de mediados del siglo XIX, se conservan ocho. Estos lienzos aparecen en el inventario que se hizo en Palma de Mallorca a la muerte de Pedro Caro, III marqués de la Romana. En el documento notarial son descritos de la siguiente manera: "once cuadros pequeños con marco dorado que son los caprichos de Goya". El hecho de que estas obras tengan dimensiones diferentes y aborden cuestiones diversas nos permite pensar que no fuesen un encargo.
Este cuadro y el siguiente de esta serie, Interior de prisión, están relacionados con el "Crimen de la mujer de Castillo". Con este nombre se conoce la historia de María Vicenta Mendieta, de 32 años, que ayudó a su amante, un primo más joven que ella llamado Santiago San Juan, a matar a su marido, Francisco del Castillo. Goya debió de vivir de cerca el juicio, celebrado en febrero de 1798, pues su amigo Juan Meléndez Valdés (Ribera del Fresno, 1754- Montpellier, 1817) fue nombrado fiscal del caso precisamente durante el periodo en que Gaspar Melchor de Jovellanos (Gijón, 1744- Puerto de Vega, 1811) era ministro de Gracia y Justicia. María Vicenta Mendieta y su amante fueron ajusticiados el 23 de abril de 1798 en la Plaza Mayor de Madrid, tal y como recogió El diario de Madrid.
En este cuadro se relata el momento que antecede al asesinato. María Vicenta, elegantemente vestida y acompañada de sus criadas, recibe la visita de un falso fraile que, en realidad, es su amante del que solamente podemos ver su perfil. La mujer señala con la mano el lugar donde se encuentra Francisco del Castillo. Se cree que, poco antes, María Vicenta había dado de beber "un suero" a su marido tras lo que el primo lo apuñaló.
La luz, que entra por unos grandes ventanales, ilumina a los protagonistas, quedando en penumbra la figura del marido tumbado en un lecho. Es precisamente esa luz la que revela el rostro de la mujer, que mira al asesino con una mezcla de complicidad y súplica, y la mano que probablemente señala a su propio marido en el interior de la habitación.
Detrás del primo vestido de fraile, agazapados, aparecen otros personajes ataviados de la misma manera, quizá sean cómplices que sabían lo que estaba a punto de suceder.
Esta obra se puede relacionar con el Capricho nº 3 titulado Que viene el coco. En él una mujer con sus dos hijos recibe la visita de su amante disfrazado de fraile.
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