Clasificación
Historial
El 27 de febrero de 1819 Goya adquirió una finca a las afueras de Madrid a Pedro Marcelino Blanco. Se trataba de una casa de campo, conocida como la Quinta del Sordo, que mandó reformar y transformar.
Hacia 1820 Goya empezó a preparar los trabajos de instalación para decorar con pinturas las dos grandes salas de la planta baja y del primer piso.
El pintor legó la casa a su nieto Mariano en 1823 cuando ya estaban acabadas las pinturas. Éste a su vez se la cedió a su padre en 1830, para terminar heredándola en 1854.
Tras pasar por varias manos, fue adquirida por Emil d'Erlanger en 1873 quien, al ver el estado ruinoso de la finca, decidió trasladar las pinturas a lienzo. Esta tarea se le encargó a Salvador Martínez Cubells, restaurador del Museo del Prado por aquella época.
En 1878 se mandaron a París para que fueran expuestas en el Palacio del Trocadero con motivo de la Exposición Universal de París.
Las pinturas volvieron de nuevo a España por Real Orden el 20 de diciembre de 1881, gracias a la donación de D'Elanger. Se enviaron diez pinturas al Museo del Prado y cuatro a la Presidencia del Consejo de Ministros, para terminar todas en el museo tras ser autorizada por Presidencia, un 3 de febrero de 1898, la entrega de aquellas que poseía.
Análisis artístico
La disposición de las pinturas a lo largo de las dos salas ha sido muy controvertida puesto que su ubicación no se conoce con seguridad. Las fuentes con las que contamos son el inventario que Antonio Brugada hizo en 1828 de las mismas, a la muerte de Goya, así como un texto de Charles Yriarte de 1867. De acuerdo con estos, a la izquierda de la puerta de entrada se situaba La Leocadia y a la derecha Dos viejos. Parece ser que encima de la puerta se emplazaba Dos viejos comiendo, aunque hay autores que lo sitúan en la planta superior. En la pared enfrente a la puerta se encontraban Saturno devorando a un hijo y Judith y Holofermes. Los dos muros largos quedaban decorados por dos grandes composiciones, El Aquelarre y La romería de San Isidro. La planta superior era igual que la inferior, sólo que los dos muros largos, en lugar de estar decorados con un solo panel cada uno, lo estaban con dos, separados por una ventana. La puerta se abría en el mismo lugar que la de la planta baja. A la izquierda se encontraba un hueco vacío, aunque para algunos autores se situaba allí Dos viejos comiendo, pintura que para otros se colocaba encima de la puerta de la planta baja, como ya se ha comentado antes, mientras que para otros autores, como Gudiol o José Manuel Arnáiz, se ocupaba por Cabezas en un paisaje. De este modo, las pinturas negras pasarían de ser catorce, como se ha creído siempre, a quince. Al otro lado de la puerta se hallaba Perro semihundido. Siguiendo por el muro largo de la izquierda estaban Las Parcas y, a continuación, Duelo a garrotazos.
En el muro corto, frente al de la puerta, se hallaban La lectura y Dos mujeres y un hombre. A lo largo del otro muro largo, se disponían Paseo del Santo Oficio y Asmodea.
Hay autores como Sánchez Cantón y Xavier Salas que creen que la colocación de las obras responde a un programa o idea de conjunto, puesto que las pinturas parece que se relacionan con sus composiciones vecinas.
Otros autores han intentado darle un sentido filosófico, simbólico o esotérico, pero para Gassier y Wilson no sería más que una "Bajada a los infiernos". La Leocadia, pintura correspondiente a esta ficha, se convierte en el punto de partida del resto de las Pinturas negras. Representa una figura femenina, velada por una mantilla negra, que se apoya sobre un túmulo funerario y que va vestida de manola, de ahí una de sus denominaciones. Se identifica con Leocadia Zorrilla o Leocadia Weiss, esposa de Isidoro Weiss y ama de llaves de Goya durante sus últimos años de vida. Es la imagen de la juventud y la vida que se contrapone con el resto de obras, impregnadas de un horror y una atmósfera de pesadilla, que se relacionan con la propia muerte del artista, obsesión de sus últimos años de vida. Al dejar esta pintura a la entrada de la casa, nos da a entender que el resto son una especie de visiones de después de la muerte. Algunos autores como Arnáiz, ven en ella una personificación de la melancolía, puesto que parece meditar sobre la vida y la muerte.
En este caso, Goya no solo utilizó una imprimación negra, sino que usó otros colores como el blanco y el ocre. El negro se manifiesta en el vestido que no es más que una mancha negra bajo la que asoman dos pinceladas blancas que son los pies. Ella y la sepultura, sobre la que se apoya, contrastan con la claridad del celaje.
Tras las últimas radiografías, se averigua que sufrió múltiples alteraciones, puesto que en origen las facciones eran distintas, aparecía sin velo y se apoyaba sobre el quicio de lo que parecía una puerta.
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