Fundación Goya en Aragón

Sacada y gravada del Quadro original de D. Diego Velazquez en que representa al vivo un Enano del S. Phelipe IV.; por D. Francisco Goya Pintor. Existe en el R.l Palacio de Madrid Año de 1778 (en la parte inferior del grabado).

Véase Felipe III.
Se conservan ejemplares de tres ediciones; la primera fue impresa en tinta negra, la segunda en tinta sepia grisácea y la tercera en tinta parda oscura. En esta tercera edición aparece manuscrito en el ángulo inferior derecho Merelo. El nombre Diego Velazquez y las iniciales FG fueron añadidas en punta seca en los ángulos inferior izquierdo y derecho respectivamente en un estado previo y, más tarde, fueron borrados, cuando el título se grabó para la primera edición.
La obra fue anunciada en la Gazeta de Madrid el 28 de julio de 1778.

Don Sebastián de Morra fue pintado por Velázquez entre los años 1643 y 1644 (Museo Nacional del Prado, Madrid). Se trata de un personaje que sirvió en Flandes al cardenal infante don Fernando de Austria, tras cuya muerte en 1641 regresó a España para entrar al servicio del príncipe Baltasar Carlos. Éste sintió por él un sincero afecto, hasta tal punto que le legó algunos objetos preciosos en su testamento. Incluso se cree que el enano acompañaba al príncipe en algunas cacerías a las que el soberano era muy aficionado.
Don Sebastián de Morra aparece sentado frontalmente, con las manos apoyadas en las piernas y mirando fijamente al espectador. La expresión del rostro condensa la conciencia de su condición así como su madurez contenida, paradójicamente, en un pequeño cuerpo. Porta un vestido verde sobre el que se dispone una ropilla de púrpura y oro que quizá le regaló el príncipe Baltasar Carlos.
Goya ha copiado la obra de Velázquez con destreza y precisión. En este caso realiza trazos horizontales insistentes mediante los que construye el fondo oscuro en el que se recorta la figura del enano y las vestiduras de éste. Únicamente deja una zona de papel más blanca en la parte frontal, en las suelas de los zapatos, en las manos, en el rostro y en la ropilla carmesí. Asimismo, describe el rostro en el que ha sido capaz de captar la expresión inteligente y resignada del enano.
De la misma manera en que sucede en las copias que Goya hace de bufones y filósofos de esta misma serie, parece encontrarse más cómodo, lo que se traduce en un resultado más próximo a la obra de Velázquez que en otras estampas.