Fundación Goya en Aragón

Pintura de Velazquez del tamaño natur.l en el R.l Palacio de Madrid; Dibux.o y grabado p.r Fran.co Goya Pintor (en el borde inferior).

Véase Felipe III.
Se trata de uno de los grabados de la serie en que Goya trabajó con mayor premura y minuciosidad. Realizó al menos cinco pruebas de estado que se conservan en la Biblioteca Nacional. La primera con el primer aguafuerte, antes del segundo aguafuerte, la ruleta y el aguatinta. Ésta tiene un apunte en el verso a lápiz. Las dos siguientes varían según autores; para Sayre es la segunda y para Harris es la tercera en la que añade líneas horizontales en el cielo y en el paisaje, refuerza los matorrales y la figura del infante. Es posible hallar falsos mordidos parcialmente bruñidos en el cuello del perro, a los lados de la pierna izquierda del infante y en su dedo izquierdo. Esta prueba fue ejecutada antes de la ruleta y el aguatinta y está, además, entonada a lápiz negro parcialmente difuminado. En el borde inferior se ha escrito a mano con lápiz a grafito Felipe IV Rey de España, copia por Goya, año de 1778, de un original de Velazquez. Es prueba y la lámina se inutilizo.
La tercera prueba de estado para Sayre y la segunda para Harris es aquella en que Goya aplica el tercer aguafuerte y prolonga los matorrales hasta la figura del infante, hay bruñidos en el borde izquierdo y en los falsos mordidos del fondo, de la pierna del infante y del cuello y del collar del perro. Se realizó la prueba antes de la ruleta y el aguatinta. Manuscrito sobre papel adherido con letra posiblemente de Carderera Prueba, acaso unica en este estado, antes del fondo q.e es muy oscuro.
La última prueba de estado que se conserva es la quinta, realizada con aguatinta antes de que escribiera la letra en la plancha. En ella aparece manuscrito a tinta en el borde inferior Un Ynfante de España. Pintura de D.n Diego Velazquez de el tamaño natural en el R.l Palacio de Madrid. Dibujado y grabado por Fran.co Goya pintor. Esta prueba de estado procedía de la colección Valentín Carderera y el título grabado lo añadió posteriormente a la plancha.
Asimismo se conservan 4 estampas de ediciones diferentes. La correspondiente a la primera edición se situa entre 1780 y 1785, en aguafuerte, aguatinta y ruleta y procede del Fondo de Recuperación, en 1948. La estampa de la segunda edición se realizó en sepia grisácea entre los años 1815 y 1820. La tercera edición se realizó en aguafuerte, aguatinta y ruleta, antes del año 1868. La última pertenece a la tercera edición, en torno al año 1868 y la realizó en aguafuerte, aguatinta y ruleta. En ella aparece manuscrito en el ángulo inferior derecho Merelo.

Entre 1632 y 1636 Velázquez pintó el retrato de El cardenal infante don Fernando de Austria, cazador, destinado a la Torre de la Parada. El cardenal infante era un hermano de Felipe IV al que el pintor sevillano no volverá a retratar puesto que su destino estaba en Flandes en donde gobernó. Sin embargo allí será retratado por Pedro Pablo Rubens (Siegen, 1577- Amberes, 1640), Anton Van Dyck (Amberes, 1599-Londres, 1641) y por Gaspar de Crayer (Amberes, 1582- Gante, 1669).
El cardenal infante está vestido con un traje negro y plata, guantes de gamuza y tocado con un gorro negro. Sujeta en sus manos un fusil y a sus pies aparece un podenco de color canela. Como sucede en otras obras de Velázquez en el fondo se sitúa la sierra madrileña que capta mediante pinceladas sueltas.
Goya se tomó un particular interés a la hora de realizar la copia de este cuadro. Experimentó diferentes soluciones técnicas que sobre todo consistieron en ir aumentando el número de mordidas con el fin de resaltar el rostro del infante y del perro y ganar en escala de grises.
A diferencia de otras copias de las obras de Velázquez, Goya ha sido capaz en este caso de captar de una forma adecuada el paisaje, el ambiente brumoso del cielo, los arbustos tras el perro y el árbol sobre éstos. Igualmente diestro es a la hora de representar el perro que está a los pies del cardenal infante. Por lo que respecta al rostro de este último, la expresión plácida del cuadro del pintor andaluz no tiene nada que ver con lo que podemos ver en el grabado de Goya, en el que ésta se simplifica y resulta un tanto apática, claramente inexpresiva.