Ya van desplumados
Clasificación
Ya van desplumados. (en la parte inferior) y 20. (en el ángulo superior derecho)
Historial
Véase Fran.co Goya y Lucientes, Pintor.
Se conocen tres pruebas de estado con el aguatinta bruñida y la punta seca.
Se conservan tres dibujos preparatorios para este grabado.
Análisis artístico
Esta estampa continúa la narración iniciada en el Capricho anterior, el nº 19, Todos caerán, ya que en él se representa cómo, una vez capturados y desplumados los hombres-pájaro, son tratados a escobazos. Una joven en primer término empuja con una escoba a dos de estos extraños seres que se defienden con dificultad, como si estuviesen desvalidos. Más atrás, dos viejos, quizá frailes aunque también se ha planteado la posibilidad de que se trate de alcahuetas, asisten a esta escena. Al fondo una mujer joven eleva sobre su cabeza una escoba y se dispone a aplastar a un hombre-pájaro que corre despavorido hacia el fondo, que intenta salir por una puerta por la que penetra la luz. En el ángulo superior derecho un ave está copulando con una mujer-pájaro, ignorante de lo que le aguarda después.
Goya ha empleado el aguatinta para conseguir dos tonalidades que distribuye adecuadamente y la bruñe para producir el efecto de una aguada. En la silueta del pollo que está en la puerta se observa una degradación tonal del aguatinta. El resto de seres híbridos han sido modelados con pequeños toques de punta seca.
Los manuscritos proporcionan una interpretación para esta imagen; el de Ayala dice: "Después de desplumados los avechuchos son arrojados: uno baja cojo y vizmado, y dos padres reverendísimo, con sus rosarios al cinto, les guardan las espadas, y celebran las burlas". En el manuscrito del Museo Nacional del Prado se comenta que "si se desplumaron ya, vaya fuera: que van a venir otros. Todos caerán". Por último cabría referirse al manuscrito de la Biblioteca Nacional en el que se precisa algo más, puesto que se dice que "después de la cópula de los avechuchos, las putas los arrojan a escobazos, desplumados, cojos y cabizbajos: dos frailes muy reverendos los guardan las espaldas, y son los que celebran con burla con sendos rosarios a la cintura".
La prostitución alcanzó una importante divulgación en Madrid en donde era una práctica clandestina, tal y como refiere Nicolás Fernández de Moratín, hijo de Leandro, ilustrado amigo del pintor aragonés. En el Canto II, página 51 de El arte de las putas que éste escribió 1769 dice lo siguiente: "(...) pues en Madrid hay más de cien burdeles por no haber uno solo permitido como en otras ciudades, que no pierden por eso; y tú Madrid, nada perdieras, antes menos escándalo así dieras".
El pintor desarrolla en este grabado las consecuencias negativas que acarrea la prostitución a quienes recurren a ella, sobre las que ya nos advertía en el grabado anterior. Las mujeres, una vez que han obtenido su remuneración económica, expulsan a los clientes con muy malos modos de los burdeles. Se desencadena una violencia de la que son víctimas aquellos hombres que no han sido capaces de resistir a sus instintos y que cuentan con la complicidad de los dos personajes que se hallan en segundo término, probablemente promotores de esta actividad.
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