¡Qual la descañonan!
Clasificación
¡Qual la descañonan! (en la parte inferior) y 21. (en el ángulo superior derecho)
Historial
Véase Fran.co Goya y Lucientes, Pintor.
Existe una prueba de estado con el título completo manuscrito.
En las primeras pruebas de la tirada, la "ñ" aparece sin tilde hasta que el grabador de letra corrigió el error.
Se conserva un dibujo preparatorio de este grabado.
Análisis artístico
Una mujer-pájaro es atacada por un escribano y un alguacil, todos ellos con cara de gato. Este animal era definido en el diccionario de la lengua española publicado en el siglo XVIII como "el ladrón ratero que hurta con astucia y engaño". La escena está siendo observada por un magistrado que ve cómo uno de los hombres agarra a la mujer con violencia por un ala que muerde, lo que provoca el gesto de dolor de la joven. Todo está teniendo lugar en un fondo neutro carente de referencia espacial alguna.
Goya emplea profusamente un aguatinta muy granulosa para crear el fondo neutro en el que ha sugerido una cierta luminosidad en torno a los personajes. El blanco del torso y la cara de la mujer, así como el de la empuñadura de la espada del alguacil, se obtiene mediante con una reserva de barniz.
Los tres manuscritos que explican los grabados de la serie de Los Caprichos coinciden en la interpretación de este grabado en el que se muestra la complicidad entre los jueces con los alguaciles y escribanos para "desplumar" a las prostitutas. Goya continúa con el tema afrontado en los grabados nº 19 y nº 20 en los que las prostitutas se aprovechaban de los bajos instintos de sus clientes para sacarles el dinero, aunque en este caso equilibra la balanza al ser ellas las víctimas de sus clientes. Esta forma de establecer un paralelismo entre dos situaciones para demostrar la paridad entre ambas recuerda la manera en que Goya censura la violencia en todas sus formas en los grabados nº 2 y 3 de Los desastres de la guerra (Con razón o sin ella; Lo mismo), sin posicionarse a favor de uno o de otro.
Los alguaciles perseguían en ocasiones a las prostitutas y las extorsionaban obteniendo de este modo múltiples beneficios. Pero, paradójicamente, eran precisamente ellos quienes estaban informados de los lugares en que se practicaba este oficio y proporcionaban indicaciones acerca de las casas de citas a todos aquellos que provenían de fuera de Madrid y deseaban este tipo de servicios.
En El arte de las putas de Nicolás Fernández de Moratín (Madrid, 1737-1780) -un asiduo de la tertulia de la Fonda de San Sebastián a la que asistían José Cadalso (Cádiz, 1741-San Roque, Cádiz, 1782), Tomas de Iriarte (Puerto de la Cruz, Tenerife, 1750-Madrid, 1791) e Ignacio López de Ayala (Cádiz, 1745/1750-1789)-, se dedica un espacio a los alguaciles. En la p. 81 se dice lo siguiente: "Ya sabe todo el mundo la perversa gente que son los alguaciles y escribanos; éstos persiguen a las pobres putas, no con deseos de extinguir lo malo, pues comen con delitos, y su vida pende de hombres sin ley, facinerosos, y la santa virtud es su homicida; y aunque saben que no es el estafarlas medio de corregirlas, pues quedando pobres, prosiguen siempre puteando, las roban con achaque de enmendarlas". Asimismo, en El Alguacil Alguacilado de Quevedo el autor se refiere a la corrupción imperante en el ámbito de la justicia: "(...) los Jueces son nuestros faisanes, nuestros platos regalados, y la simiente que mas provecho, y fruto nos dá a los diablos; porque de cada Juez que sembramos, cogemos seis Procuradores, dos Relatores, quatro Escribanos, cinco Letrados, y cinco mil Negociantes, y esto cada dia. De cada Escribano cogemos veinte Oficiales, y de cada Oficial treinta Alguaciles, de cada Alguacil diez Corchetes".
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