No hubo remedio
Clasificación
No hubo remedio. (en la parte inferior) y 24. (en el ángulo superior derecho)
Historial
Véase Fran.co Goya y Lucientes, Pintor.
Desconocemos la existencia de un dibujo preparatorio para este grabado.
Análisis artístico
Goya continúa en esta obra con el tema de la Inquisición que había abordado en el nº 23, Aquellos polbos. En el centro, ligeramente desplazado hacia la derecha, el reo, que en este caso parece una mujer, va a lomos de un asno y lleva la coroza en su cabeza y tiene el torso desnudo. La cabeza es sujetada en la barbilla mediante una especie de muleta; la expresión de su rostro es cabizbaja y derrotada. Delante del burro un hombre de aspecto grotesco tira del ronzal, al tiempo que otro empuja por detrás al animal. En primer plano un grupo de hombres con sombreros de puntas y coletas se echan sobre el reo; en el fondo de la escena distinguimos a dos alguaciles con rostros felinos a caballo con látigos en las manos.
El pintor aragonés ha empleado el aguatinta sobre toda la plancha aunque ha dejado algunas zonas en blanco que coinciden con el asno y el reo que porta sobre él. Además de subrayar su protagonismo en la imagen podría ser un mecanismo para sugerir la inocencia del personaje.
En el manuscrito de Ayala se dice lacónicamente: "Encorazada: era pobre y fea. ¿Cómo había de haber remedio?". Algo más extensa es la explicación que se proporciona en el manuscrito del Museo Nacional del Prado en el que se dice lo siguiente: "A esta Santa Señora le persiguen de muerte! Despues de escribirla la vida la sacan en triunfo. Todo se lo merece, y si lo hacen por afrentarla, es tiempo perdido. Nadie se puede avergonzar a quien no tiene vergüenza".
De la misma manera que sucedía en el grabado anterior, es complejo establecer un vínculo claro entre la imagen y su título. Edith Helman cree que este último haría referencia a los intentos fallidos de Gaspar Melchor de Jovellanos (Gijón, 1744-Puerto de Vega, Navia, 1811) por reformar la Inquisición cuando fue ministro de Gracia y Justicia, cargo al que llegó en noviembre 1797 y del que fue cesado en agosto de 1798. El escritor y jurista asturiano estaba en contra de este tipo de procesos inquisitoriales sin sentido, basados en la ignorancia y la superstición. Así, el 12 de abril de 1799, en su Diario recuerda el anhelo con el que esperaba llevar a cabo una serie de reformas que no llegaron a buen término, concluyendo con las siguientes palabras: "Pero no hubo remedio". Podemos suponer que Goya sintió la misma desilusión y quizá fuese conocedor del texto de Jovellanos, incluso se podría imaginar que emplease esta frase para titular esta estampa.
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